En tardes de domingo y noches de verano
Bajo este evocador y nostálgico título, nos encontramos con el conjunto de vivencias que el cine ha significado para el autor durante su infancia y juventud.
A lo largo del desarrollo de la obra, y a través de los diferentes capítulos temáticos, Pepe Caracuel nos acompaña en lo que fue la evolución del cine durante las décadas pasadas y nos describe la impresión que en él causaron las diversas películas que aún recuerda, así como lo que aprendió de ellas. En una época en la que no había Internet, y mucho menos redes sociales, el cine y la televisión eran las únicas rendijas por las que se nos mostraba el mundo más allá del entorno local en el que familiarmente nos movíamos. Esto, unido a la corta edad a la que nos tocó vivir esos años, hace que todos los que tenemos una edad aproximada a la del autor nos sintamos identificados con la impresión que muchas de esas películas nos causaron y las imborrables huellas que nos dejaron.
La narración transcurre fluidamente, de un modo ameno, amable, con un lenguaje respetuoso, humilde, educado y con sentido del humor. De las diversas anécdotas se desprende que el autor tuvo una vida familiar feliz en la que se le inculcaron los valores y el talante que utiliza en su narración para con nosotros.
La introducción de cada capítulo es brillante y se preocupa por describirnos el tiempo histórico en el que van a tener cabida las películas seleccionadas para cada uno. Una descripción que nos hace comprender cómo los cambios sociales e ideológicos de cada época tuvieron fiel reflejo en las películas de ese periodo.
Sin duda, una temática muy original para un libro que aborda un tema del que, de un modo u otro, todos hemos sido partícipes: la huella que en tan temprana edad, nos dejó este séptimo arte.


